domingo, 9 de diciembre de 2018

Cara oculta de la Luna, ¿por qué no hemos ido?

Las primeras misiones a la Luna viajaron a su cara visible. Era lo lógico: ya habría misiones posteriores que alunizaran en el lado oscuro. Pero no las hubo, porque una vez cansados todos de la carrera espacial, y agotados los presupuestos que los líderes bipolares estaban dispuestos a dedicar a ella, el asunto dejó de tener sentido. Sentido político, se entiende. El interés científico de la Luna sigue intacto en nuestros tiempos, casi medio siglo después de que Armstrong posara su bota en nuestro satélite.
El gran problema para explorar la cara oculta de la Luna no pertenece al género de la astrofísica, sino al de las telecomunicaciones. Richard Nixon no habría podido hablar con Armstrong si éste hubiera aterrizado en la cara oculta. Peor aún sería la situación de un rover o un robot que se pose allí. Armstrong, al fin y al cabo, podría haberse apañado con su propio criterio de militar, pero el robot no sabría qué hacer ante un imprevisto.

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